14. La selva subterránea: La iniciación en la selva subterránea

CAPÍTULO 14

 La selva subterránea: La iniciación en la selva subterránea

Un viejo molinero estaba en aprietos debido a que solo poseía la piedra con la cual hacía el trigo harina y un árbol de manzanos detrás de su molino.

Un día mientras estaba en el bosque con su hacha un viejo que era el diablo le dijo que le daría todo a cambio de lo que había detrás de su molino. El molinero pensando que se trataba de su manzano aceptó; sin embargo cuando su hogar se vio llenos de riquezas y le comentó la situación a su esposa, está con angustia le indico que su hija se había encontrado extras del molino cuando hizo el trato con el diablo.

El diablo regresaría en tres años, tiempo en el que la hija del molinero no pudo reconciliarse a pesar de su amable carácter. Durante el instante en que el diablo se presentó a su reclamo, la joven se preparó para darse un baño, sin embargo, al momento en que el diablo trató de llevársela, fue arraigado de ella. El baño la había protegido, por lo que ordenó que la joven no se bañara en el momento en que viniera a reclamarla.

La joven transcurrió tres semanas sin bañarse, lo cual hizo que se vea sucia y harapienta, el día en que el diablo atravesó su antebrazo, dejándolos limpios y blancos. Al contemplar esto, el día lo solicito al molinero que cortará los antebrazos de la joven para que la llevara.

El molinero así lo hizo a pesar del sufrimiento que experimentaba en sí mismo y en su propia hija, pero ella no se opuso. La ocasión en la que el diablo regresó, la joven volvió a llorar, limpiando sus brazos y dejando que el diablo no pudiera tomarla y la dejara libre. El viejo arrepentido prometió riquezas a su hija, pero ella decidió adquirir propiedades para su existencia. Residió en las calles harapienta y mugrienta pidiendo limosna y sin poder ingerir alimentos hasta que un día llegó a un campo lleno de peras que estaban numeradas y supervisadas. Un semblante de espíritu blanco hizo que una de las ramas de los árboles se acercara hacia la boca de la joven y lograra ingerir una de las peras.

Se trataba de un rey y, al ver que faltaba una de sus frutas, inquirió a los vigilantes acerca de lo que había ocurrido, la respuesta es que un espíritu había tomado la fruta, por lo que el rey junto con un objeto decidió caminar por la noche y observar el lugar. En la noche, el rey y el mago observaron que dos individuos se acercaron a uno de los árboles, quien acercó una de sus ramas y le brindó una de sus peras.

Al percatarse de que no se trataba de un espíritu, decidió proteger a la joven y llevarla a su castillo. Se hizo caso a la joven manca dándole unas manos de plata y, antes de marcharse a la guerra, le solicitó a su madre que cuidara de ella y que, si se enteraba de que estaba embarazada, le enviara una carta. La joven tuvo la oportunidad de dar a luz a un niño y su madre, como lo prometió, le comunicó al rey las notas. La carta fue enviado a través de un mensajero que, durante su viaje, permaneció en las orillas de un río donde se quedó dormido.

Al aprovechar la situación, el diablo aprovechó la oportunidad para cambiar la carta por otra donde le comunicó al rey que el niño había nacido mitad humano, aunque el rey, sin embargo, escribió que la criatura será mitad humana. El mensajero de camino de regreso volvió a permanecer dormido a orillas del río, donde el diablo volvió a intercambiar las cartas esta vez enviando el mensaje de que asesinaran a la criatura.

La madre del rey, enfadada, envió una carta donde el diablo volvió a intercambiar correspondencia con el rey de vuelta, solicitando que guardaran los ojos y la lengua de la mujer y del niño para tener evidencia de que habían fallecido.

La madre del rey enfadada mató a una paloma con su lengua y los ojos mientras hizo que la joven y el niño huyeran al bosque para que permanecieras en paz. La joven y su hijo residieron durante siete años en una cabaña del bosque en la que la joven adquirió las manos. A continuación, cuando el rey regresó de la guerra, su madre le reclamó por ordenar la muerte de la joven y su hijo, pero ese estremecido al ver la lengua y los ojos que su madre le mostraba dijo que nunca había solicitado nada de lo que su madre le dijo.

El rey, al comprender la verdad, fue en busca de la joven y su hijo al bosque, transcurrió un largo período de tiempo en su investigación hasta que los halló en aquella cabaña. En primera instancia, no pensó que la joven fuera la misma al volver a tener sus manos, pero esta le mostró las manos de plata que antes había utilizado y el rey finalmente pudo creerlo.

Finalmente, la joven falleció y el rey se casó por segunda vez y tuvieron numerosos hijos.

Traición de lo joven femenino, de lo inocente:

El padre símbolo de la función de la psique que debería guiarnos en el mundo exterior, en realidad ignora por completo las cuestiones del alma, fácilmente traicionándonos. El padre no comprende una de las cosas más esenciales que median entre el mundo del alma y el mundo material.

Muchos cuentos como “La bella y la bestia” “Barba Azul”  empiezan con un padre que pone en peligro a su hija, en la psique aunque el padre cometa el error de cerrar un trato letal porque ignora por completo la existencia del lado oscuro del mundo inconsciente, el terrible momento marca un dramático comienzo para ella.

La pérdida de la inocencia.

Ningún ser sensible de este mundo puede conservar eternamente la inocencia. Aunque en la sociedad moderna se suele pasar por alto la pérdida de la inocencia de una mujer; sin embargo la mujer que ha pasado por el periodo se ve como alguien especial, en parte porque ha sido lastimada pero sobre todo porque ha salido adelante. La inocencia se considera un rito de paso y se aplaude el hecho de que ahora se pueda ver las cosas con más claridad. El hecho de que haya resistido y siga aprendiendo le confiere categoría y la honra.

Pérdida de nuestros instintos.

Algunas mujeres abandonan su arte por un grotesco matrimonio o renuncia al sueño de su vida para convertirse en una esposa, hija o muchacha “demasiado buena” o dejan su verdadera vocación para llevar una vida esperando que sea más aceptable, satisfactoria y, sobre todo, más sana.